sábado, 27 de abril de 2013

¿Un Cusco que se va?, la delincuencia organizada

 Cinco, seis asaltos en un par de semanas, todos contra gente allegada. Dos o tres asaltos más llegan de oídas de los amigos de los amigos. Finalmente esta tarde dos amigos llegan y me dicen a la cara "nos han asaltado, nos han golpeado". Los testimonios del pariente del pariente o el amigo del amigo caen finalmente como un velo que se desgarra en dos y te planta la pared de piedra como un coloso pronto a aplastar, golpear, vejar.
¿Qué es lo que sucede en, otrora, una de las ciudades más tranquilas del Perú? Es decir, vale que hemos tenido robos en mercados, en casas, pero no de la manera brutal con que vienen acometiendo últimamente.
¿Es realmente culpa de la ineficiente policía o del impávido gobierno central, regional, local? ¿o es que ante el boom minero y turístico, la prosperidad atosigadora y el concepto de "Cusco nunca duerme" que la masa se ha adormilado, embotado y embrutecido al punto de permanecer inertes ante la amenaza que se aproxima por debajo de la cama y aguarda tras cada rincón?
El cusqueño pacífico por naturaleza debe despertar y dejar de lado este sopor cívico que le invade, ponerse alerta y devolver el golpe.
Los atracos en vehículos que se han venido sucediendo en estas dos últimas semanas no han ocurrido a las 11 de la noche, ni a las 2 de la mañana (¿o no sólo, tal vez?) sino que han sido perpetrados a las diez de la mañana, tres de la tarde, seis de la tarde...
El delincuente no yace bajo el oscuro rincón próximo al mercado ni pulula en el sábado de baratillo, es un germen que se ha inoculado en los vehículos que recorren la Avenida de la Cultura, la Vía Expresa, la avenida Collasuyo. El malviviente local o inmigrante posiblemente de ciudades más grandes o quizás el recién liberado de prisión lleva consigo lo que la "escuela" le ha brindado, el contacto con los más avezados ha convertido al delincuente común en una escoria que busca escalar en la organización del lumpen, se organiza, se prepara, ataca en manada. Y el ataque se produce cuando uno menos lo espera.
Un Datsun azul ha sido identificado un par de veces como el vehículo de esta banda que bajo la modalidad de taxi pasa en pocos segundos a ser perpetradora del secuestro al paso.
Tres individuos suben rápidamente al automóvil, y acometen a golpes a los ocupantes, les despojan de todo objeto de valor, si alzas la voz siguen golpeando cada vez más y con más fuerza. Si entre las pertenencias encuentran tarjetas de débito o crédito pues acuden al cajero de su preferencia y si la clave es la correcta recién puedes pensar en ser liberado en algún recóndito paraje urbano de la periferia citadina, caso contrario más golpe, más vejación, tal vez la muerte.
Si pensamos acudir a la identificación vehicular, podremos olvidar pronto esa idea, los taxis que circulan en Cusco no están empadronados, no todos llevan señales visibles de pertenecer al servicio urbano, menos aún llevan las placas en lugares visibles en la parte interior del vehículo, si es que las placas son las reales, obviamente.
Podríamos confiar nuestra seguridad entonces a las cámaras sendamente colocadas en varios puntos de la ciudad, siempre y cuando nos toque una que posea un punto de vista preciso y se encuentre funcionando, nuestras probabilidades de que eso suceda podría elevarse al menos a un 10% si el atraco ocurre en el Centro Histórico.
Entonces recurramos a la Policía Nacional del Perú, donde el Honor es su Divisa y nos encontraremos con otro panorama desolador: si el valor de lo robado es menor a S/.2000.00 no habrá pena privativa de la libertad para el delincuente. Si quieres llevarte la copia de la denuncia mejor que vayas con tus hojas de papel de 60grs. desde la librería ya muchos puestos policiales no tienen materiales de escritorio. Pero al menos tendrás la esperanza que el oficial no te atosigue de preguntas ni esté coludido con los delincuentes... ¿o sí?
Hablando con otro amigo, él planteaba, ¿Será que el incremento de seguridad policial en la capital hace migrar a los delincuentes hacia el sur?
Yo personalmente pienso que los cusqueños no debemos preocuparnos de estas estupideces domésticas, sino enfocarnos en lo que realmente importa: Nuestro nuevo fetiche dorado de la Plaza Mayor del Cusco y nuestra grandiosa fiesta ancestral del Inti Raymi. Más policías para las piedras sagradas y menor seguridad para el ciudadano de a pie.
Y mientras cavilo en estas premoniciones, desempolvo a una vieja amiga.
Como dicen el adagio "Que se jodan".
Ilustración de lo que el autor cree sería la solución definitiva a una delincuencia incipiente.

miércoles, 3 de abril de 2013

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