¿Qué es lo que sucede en, otrora, una de las ciudades más tranquilas del
Perú? Es decir, vale que hemos tenido robos en mercados, en casas, pero
no de la manera brutal con que vienen acometiendo últimamente.
¿Es realmente culpa de la ineficiente policía o del impávido gobierno
central, regional, local? ¿o es que ante el boom minero y turístico, la
prosperidad atosigadora y el concepto de "Cusco nunca duerme" que la
masa se ha adormilado, embotado y embrutecido al punto de permanecer
inertes ante la amenaza que se aproxima por debajo de la cama y aguarda
tras cada rincón?
El cusqueño pacífico por naturaleza debe despertar y dejar de lado este
sopor cívico que le invade, ponerse alerta y devolver el golpe.
Los atracos en vehículos que se han venido sucediendo en estas dos
últimas semanas no han ocurrido a las 11 de la noche, ni a las 2 de la
mañana (¿o no sólo, tal vez?) sino que han sido perpetrados a las diez
de la mañana, tres de la tarde, seis de la tarde...
El delincuente no yace bajo el oscuro rincón próximo al mercado ni
pulula en el sábado de baratillo, es un germen que se ha inoculado en
los vehículos que recorren la Avenida de la Cultura, la Vía Expresa, la
avenida Collasuyo. El malviviente local o inmigrante posiblemente de
ciudades más grandes o quizás el recién liberado de prisión lleva
consigo lo que la "escuela" le ha brindado, el contacto con los más
avezados ha convertido al delincuente común en una escoria que busca
escalar en la organización del lumpen, se organiza, se prepara, ataca en
manada. Y el ataque se produce cuando uno menos lo espera.
Un Datsun azul ha sido identificado un par de veces como el vehículo de
esta banda que bajo la modalidad de taxi pasa en pocos segundos a ser
perpetradora del secuestro al paso.
Tres individuos suben rápidamente al automóvil, y acometen a golpes a
los ocupantes, les despojan de todo objeto de valor, si alzas la voz
siguen golpeando cada vez más y con más fuerza. Si entre las
pertenencias encuentran tarjetas de débito o crédito pues acuden al
cajero de su preferencia y si la clave es la correcta recién puedes
pensar en ser liberado en algún recóndito paraje urbano de la periferia
citadina, caso contrario más golpe, más vejación, tal vez la muerte.
Si pensamos acudir a la identificación vehicular, podremos olvidar
pronto esa idea, los taxis que circulan en Cusco no están empadronados,
no todos llevan señales visibles de pertenecer al servicio urbano, menos
aún llevan las placas en lugares visibles en la parte interior del
vehículo, si es que las placas son las reales, obviamente.
Podríamos confiar nuestra seguridad entonces a las cámaras sendamente
colocadas en varios puntos de la ciudad, siempre y cuando nos toque una
que posea un punto de vista preciso y se encuentre funcionando, nuestras
probabilidades de que eso suceda podría elevarse al menos a un 10% si
el atraco ocurre en el Centro Histórico.
Entonces recurramos a la Policía Nacional del Perú, donde el Honor es su
Divisa y nos encontraremos con otro panorama desolador: si el valor de
lo robado es menor a S/.2000.00 no habrá pena privativa de la libertad
para el delincuente. Si quieres llevarte la copia de la denuncia mejor
que vayas con tus hojas de papel de 60grs. desde la librería ya muchos
puestos policiales no tienen materiales de escritorio. Pero al menos
tendrás la esperanza que el oficial no te atosigue de preguntas ni esté
coludido con los delincuentes... ¿o sí?
Hablando con otro amigo, él planteaba, ¿Será que el incremento de
seguridad policial en la capital hace migrar a los delincuentes hacia el
sur?
Yo personalmente pienso que los cusqueños no debemos preocuparnos de
estas estupideces domésticas, sino enfocarnos en lo que realmente
importa: Nuestro nuevo fetiche dorado de la Plaza Mayor del Cusco y
nuestra grandiosa fiesta ancestral del Inti Raymi. Más policías para las
piedras sagradas y menor seguridad para el ciudadano de a pie.
Y mientras cavilo en estas premoniciones, desempolvo a una vieja amiga.
Como dicen el adagio "Que se jodan".
Ilustración de lo que el autor cree sería la solución definitiva a una delincuencia incipiente.