La hondonada del Sinakara volvió a congregar un mar de gente que llega a contarse por miles y decenas de éstos incluso. Una mixtura de personas que confluyen por diversos motivos: fe cristiana, rito ancestral superviviente, turismo, curiosidad...
El sitio geográfico y ecológico se ha venido deprimiendo año tras año debido a la contaminación supraexcesiva de la afluencia de estos visitantes (nosotros, contando con mi persona este año 2010), infinidad de baterías alcalinas se utilizan en linternas, flashes, radios y otros tantos aparatos electrónicos, produciendo otra tanta cantidad de desechos de las mismas para el recambio de nuevas fuentes de poder.
Los baños públicos que terminan por desembocar en el río que atraviesa esta quebrada, fuente de agua que debiera ser de las más límpidas por salir directamente de la fuente del nevado, no es más que un trecho de aguas sucias, servidas y malolientes. Los puestos de comida que arrojan los desperdicios a sus orillas junto con el material biológico de desecho tanto de seres humanos como de animales (caballos de transporte) generan una carga de materia fecal bastante grande para ser eliminada o tomada por alto año a año.
Al parecer ya han suprimido los castillos de fuegos artificiales debido a los contaminantes que genera la pólvora y el azufre aunque aún siguen vigentes las explosiones de petardos volantes los cuales no sólo generan desechos aéreos sino también contribuyen a una contaminación acústica tremenda en un sitio donde sólo la música debiera prevalecer. Los adivinos del altiplano con sus ollas de plomo derretido al fuego para leer suertes al parecer no opinan lo mismo generando los mismos contaminantes vapores día a día, año tras año.
Los animales de transporte ayudan a los turistas, personas discapacitadas, comerciantes, primerizos de los cuatro mil quinientos donde se eleva el santuario, con S/.25.00 uno puede solamente cargar con su humanidad hasta pocos metros de asentamiento del campamento. Lamentablemente estos mismos animales (caballos en su mayoría), no están bien alimentados y recorren los 8Km de 500 metros de variación altitudinal todo el día, de ida y vuelta.
Los "hermanos" al parecer olvidan que este santuario donde se congrega la fe católica y la devoción ancestral indígena a una de sus deidades importantes debe ser sitio de tranquilidad y no lugar de comercio, espectáculo y poder.
Un cuento de una de las comunidades de las cercanías del Ausangate rezaba: "El día que las nieves del Apu Ausangati desaparezcan, será el día del fin del mundo".
Esperamos que estas consideraciones están dentro de la declaratoria de patrimonio que viene generando el Instituto Nacional de Cultura, ¿o siempre consideraremos cultura a lo que sólo yace en las piedras?
Las rocas que albergan las nieves ya están negras de premonición.
Taytacha Q'oyllur Ritti