Noviembre 2007, luego de una adormilada y fría travesía madrugadora a través de Paucartambo, proseguíamos a la punta de carretera de Kallacancha para comenzar un distraído recorrido por la comunidad de Qero Totorani. Fueron seis días de absoluta tranquilidad, y también por qué no, de revisión de mi hoja de vida. Había tomado ya la decisión de no cruzar el charco, una decisión difícil en aquél momento, pero sin embargo, considero ahora yo, acertada.
Participar de la vida de los qeros consiguió sensibilizar aquél maltrecho cuerpo citadino,;estar lejos de las "comodidades", el bullicio, las entreveradas y rebuscadas convenciones sociales urbanas, la complicación de la soledad en medio de la muchedumbre que no presta atención a su propio silencio. Suponía un reto grande saltar aquella barda artificial de mecanismos electromecánicos que se interponía entre el ojo, mi ojo, y aquella distinta realidad. La insalvable, hasta entonces, distancia entre sus almas y la mía.
Hoy, 21 de febrero del 2009, volveremos a partir rumbo a aquella comunidad, junto a Reenzo Velázquez, antropólogo y gran amigo, y luego de 8 tentativas infructuosas, finalmente Carlos Nishiyama (a) El Máster, vendrá con nosotros. Así que tendremos la oportunidad de retribuir con esta nueva ruta, para él, a quien nos enseñó aparte de la fotografía, aquél cariño por la tradición, el ritual, la tierra y la vida misma.
Esta vez sin embargo, llevo inolvidables gotas de lluvia que marcan cada nuevo paso; una finísima lluvia que refresca esa parte dentro mía que ya comenzaba a resquebrajarse y se volvía insensible y fútil. Este sinuoso sendero que me devuelve al centro de la Tierra, ha de ser más llevadero teniéndote siempre a mi lado. Pasteles de pollo almendrado y ballenas serranas.
Siempre bajo las lluvias de febrero.
Participar de la vida de los qeros consiguió sensibilizar aquél maltrecho cuerpo citadino,;estar lejos de las "comodidades", el bullicio, las entreveradas y rebuscadas convenciones sociales urbanas, la complicación de la soledad en medio de la muchedumbre que no presta atención a su propio silencio. Suponía un reto grande saltar aquella barda artificial de mecanismos electromecánicos que se interponía entre el ojo, mi ojo, y aquella distinta realidad. La insalvable, hasta entonces, distancia entre sus almas y la mía.
Hoy, 21 de febrero del 2009, volveremos a partir rumbo a aquella comunidad, junto a Reenzo Velázquez, antropólogo y gran amigo, y luego de 8 tentativas infructuosas, finalmente Carlos Nishiyama (a) El Máster, vendrá con nosotros. Así que tendremos la oportunidad de retribuir con esta nueva ruta, para él, a quien nos enseñó aparte de la fotografía, aquél cariño por la tradición, el ritual, la tierra y la vida misma.
Esta vez sin embargo, llevo inolvidables gotas de lluvia que marcan cada nuevo paso; una finísima lluvia que refresca esa parte dentro mía que ya comenzaba a resquebrajarse y se volvía insensible y fútil. Este sinuoso sendero que me devuelve al centro de la Tierra, ha de ser más llevadero teniéndote siempre a mi lado. Pasteles de pollo almendrado y ballenas serranas.
Siempre bajo las lluvias de febrero.
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